Noticias de Cristina de la Fuente, promoción COR UNUM

Escribe unas líneas sobre sus experiencias en Grecia en varios campos de refugiados, como voluntaria médica. Ya está en sexto de Medicina ..

"Para mí es un gusto dar difusión de la situación de la que os hablaré y poder también avivar el lado más solidario de quien lea esto:
Durante el pasado curso estuve mirando con varios amigos de la facultad opciones para hacer un voluntariado a gran escala. Estuvimos informándonos sobre distintos proyectos en África y en Centro América y cuando parecía que un proyecto médico en Guatemala se asomaba como elección, las fechas se nos descuadraron (porque el viaje debía ser en verano por cuestiones académicas) y no pudimos ir. 
Fue entonces cuando, Jesús, el que iba a ser mi compañero de viaje y yo, empezamos a buscar alternativas más factibles. Nuestro entorno y las noticias que por aquel entonces aparecían en televisión nos condujeron a considerar Grecia como punto demandante de ayuda.

Nos pusimos a investigar cómo podíamos ir y de qué forma podíamos ayudar y lo cierto es que todo fluyó sin apenas esfuerzo. Nos dimos cuenta de que en Grecia hacían (y siguen haciendo) falta manos y trabajo a raudales. Allí la situación es desesperante y hacen falta recursos, organización, apoyo sanitario… Miles de personas que huyen de sus países (principalmente por motivos de guerra) están desembarcando en el país helénico y allí están quedando atrapados sin que se les deje salir y sin que el conflicto que les ha hecho abandonar su país parezca ir a resolverse. Se alojan en campos de refugiados o edificios abandonados que lejos quedan de la dignidad que merecen.

Sabiendo esto pero sin tener ni idea de lo que íbamos a encontrar, Jesús y yo partimos hacia Termopilas, donde nos esperaba un campo de refugiados apartado de la civilización con unas 300 personas alojadas, mayoritariamente sirias. El hecho de que el grupo de voluntarios que había allí fuera español y que solicitaran servicio médico, nos hizo decidirnos por ese campo (de entre las decenas de opciones que había disponibles), que no era más que un antiguo hotel abandonado lleno de estremecedoras historias.

Allí estuvimos 2 semanas, ofreciendo apoyo médico en una consulta que se habilitó en una de las habitaciones y colaborando en el resto de actividades que se hacían (reparto de ropa, actividades para los niños, clases de idiomas para los adultos, actividades con mujeres…).

También llevamos a cabo un programa de desparasitación de los niños y una puesta al día de los calendarios vacunales (coordinados con MSF). En definitiva, dimos soporte a que la vida en el campo fuera un poco más digna y a que todas aquellas personas que lo que más necesitaban era olvidar, pudieran por meros instantes sentir que no estaban solos y que éramos muchos los que queríamos facilitarles, en la limitada manera que podíamos, la vida que en realidad entre todos les estábamos arrebatando.

En el campo conocimos a muchísima gente, gente con historias que te paraban la respiración, gente que sufría lo que ni siquiera somos capaces de imaginar, gente que lo había perdido todo y que en Europa seguía sin recibir consuelo, gente con desgarradores relatos que se ahogaban en aquel espacio boscoso donde nos encontrábamos. Vimos personas a quien esto le estaba afectando más de la cuenta, personas con unos trastornos postraumáticos que paralizarían a cualquier gobernante que ahora decide actuar pasivamente…

Los refugiados del campo insistían en decirnos que no querían que Europa les regalara nada, solo quieren una oportunidad, una opción de tener una vida normal, una vida que la guerra les ha arrebatado. Quieren trabajar para poder darles de comer a sus hijos, quieren poder comprar una casa, quieren devolverle al país que les acoja todo lo que les ofrece dándoles asilo… 
En el mes de noviembre Jesús y yo, con dos compañeros más (María y Pablo), volvimos a Grecia.
No pudimos regresar al campo de Termopilas porque el gobierno griego niega la entrada a voluntarios en la mayoría de campamentos que gestionan pero estuvimos en Atenas dando apoyo a edificios y familias vulnerables; repartiendo pañales, leche y productos de necesidad básica. La situación sigue igual, o incluso peor, porque la gente sigue llegando y no hay un flujo proporcional hacia los distintos países de acogida.

Hay mucha gente que se pregunta por qué hacemos esto… ¿Compensa? Pues bien, la respuesta es clara: SÍ. Consideramos que esto es nuestra aportación para equilibrar un poco el injusto mundo en el que vivimos. Nuestra labor no va a acabar con la guerra y tampoco va a facilitar que mejore la pésima gestión europea que se está llevando a cabo; pero sí que facilita el día a día de personas que sufren, personas que podrían ser cualquiera de nosotros…
El día que entendamos que nadie elige nacer en un país en guerra todo será más fácil… Nos preocupa la pasividad de la sociedad, los prejuicios hacia personas sumamente vulnerables, la semejante injusticia que se está produciendo… Y este es el minúsculo granito de arena que decidimos aportar (de momento).


Noticia
Articles relacionats